Yo miraba por la ventana y tú me observabas. Yo no te
veía, pero sí que divisaba.
Me estirabas tu brazo y no me tocabas. Yo miraba por la
ventana.
En el presente de tus actos, dabas lo bello a lo más
innoble,
produciendo en cada uno de tus actos,
lo peor que ha podido adoptar el hombre,
arrojando en cada una de tus voces,
ofensas vendidas, para herir un alma noble.
Yo te escuchaba, pero no te veía. Las lágrimas del vacío,
no daban paso a la vida.
Esa vida que tú me dabas, como invitada de honor, a una
gran partida,
donde el anfitrión hace de verdugo y el invitado de
víctima.
Yo, de impresionantes galas, acudo al acto,
envenenada sin saberlo, ofuscada por ese sueño,
que ahora, dejo de esconderlo.
Cerraste las puertas tras mi paso, no dejaste aire por si
acaso,
y aunque el lugar era holgado, me sentía presa en un
serrallo,
de oro sus muebles valorados, de rojo el carmín de los
labios.
Yo me escondía, en ese harén que me cedías,
pensando que así no encontrabas,
aquello que más querías. Tú siempre lo lograbas.
Por eso me escondía.
El eco de tus voces, siempre me dolía
y el sonido de tus pasos, me congelaba
y después me estremecía.
Después de todo, el sol acepta pasar por una pequeña
entrada
y así sucedía, yo inclinaba mi cuerpo, y miraba por la ventana.
Tú extendías tu brazo. Yo miraba por la ventana y no te
veía.
Aparecen borrosas, imágenes de mi vida;
fueron tus brazos, que no llegaron donde iban.
A.J. (Marzo 1997-Junio 2007)
1 comentario:
Lo ojos que nos miran, no siempre ven...a veces son ojos ciegos que ofenden con su indiferencia...enhorabuena por tu blog.....azpeitia
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