sábado, 22 de noviembre de 2008
A LOS MALOS MOMENTOS...
A esos ingenuos maldecidos, propios de tales momentos,
rotos y desvanecidos, ingieren parte de nuestro cuerpo sin consentirlo,
aunque de vez en cuando, escojamos sendas paralelas,
ignorando un hipotético cruce entre ellas.
A esos rotos tan descosidos, autores de este falso paraíso,
duermen nuestras sienes y surcan nuestros caminos,
socaban hondos pasadizos y cierran puertas,
por no dejar pasar el frio.
A esos espacios vendidos, famélicos de tanto arrepentido,
crean una estirpe de duros andares,
llagando nuestra sangre, cristalizando nuestro destino
y dejando en nuestra alma, un enorme y profundo vacio.
A esos soldados innatos, fugitivos de su propia lucha,
ungid vuestra locura y despojad la virginal amargura
de no poderlo batallar, porque lo que no se trague la tierra,
tu lo habrás de asimilar.
A ese infortunio entristecido, lánguido crónico
por coronar el monumento a los caídos,
que pétreo, ahí descansa,
por no saber el enigma: que tras el gris, hay un gran muro de plata.
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